No había finalizado el cuarto deutenio de su Prueba de Vida cuando, los
por entonces todavía skrynos, habían
sido localizados por el Gran Búho Blanco. El mensaje del Preferente radiaba un
inquietante tono de apuro. Leo y Kurd iniciaron inmediatamente el viaje de
regreso para comparecer en el Castillo de la Protección tal como indicaba el
mensaje.
Entre los presentes al Rito de la Magneficiencia, ceremonia celebrada
tradicionalmente tras veintiocho deutenios
del regreso de los scrynos de su
Prueba de Vida, que los convertiría definitivamente
en soldados de la Guardia de los Volcanes, se encontraba el Caballero Frenético.
Mote ocurrencia del gracioso Lesyo, el joven scryno encargado de las cuadras. En realidad nadie conocía el
nombre ni tampoco la procedencia del misterioso caballero. La capucha,
prolongación de la ajada capa que llevaba colocada sobre el resto de su
atuendo, cubría casi la totalidad de su castigado rostro. Desprendía un extraño
halo, una inescrutable mezcla entre lo
misterioso y lo siniestro. Contaba, en las pocas ocasiones que decidía hablar, que había perdido su faz junto con la mayoría
de sus antiguas creencias. Nadie sabía el significado de sus palabras, pero
tampoco se exponían a preguntar. Sus cicatrices, todavía estaban madurando.
El Caballero Frenético no perdió
de vista a Leo.
La ceremonia se inició con la
llamada Ofrenda de los Caminados. Los
futuros Guardias debían despojarse de todos sus enseres, las armas que habían ido agenciándose a lo
largo de su camino como skrynos,
ropajes, presentes recibidos… todo lo material debía ser arrojado a la hoguera que siempre ardía, situada en el
patio central del Castillo de la Protección. El porqué se mantenían encendidas
perpetuamente las llamas de la hoguera, afirmaba no saber responderlo ni el
mismísimo Lord Preferente.
– Recordad!- les había dicho el
Preceptor de Narkydia, antiguo arte
del dominio de la energía procedente de la Naturaleza- Hay cosas que es mejor
no saber, es suficiente con conocer cómo, cuándo y para qué usarlas...
Una vez despojados de todos sus
efectos personales, de acuerdo con el rito, debían hacerlo también de los
inmateriales. Era momento pues, de frotar a los Iniciantes con ramos de hierbas y bañarlos en leche de grujulua.
Las hierbas contenían la virtud
de atraer sustancias polutas. Los criterios para seleccionarlas eran varios,
pero destacaba el que fueran aromáticas, de ese modo introducirían su fragancia
bienhechora al interior del ceremonidado, a la par que expurgaban el mal. El
ramo lo confeccionaban con siete especies distintas de hierbas adheridas entre
sí con masa de maíz. Tradicionalmente se usaban el romero, el huele de noche, el
paraíso, la escobilla, Angélica, espinas de cactus Regius, y hojas de Sauces Mortales. Para purificar el ramo, se
ahumaba en los Volcanes.
El baño en la leche se consideraba una manera de limpiarse de los
posibles espectros que podían ocasionar malestar.
Tras la Ofrenda de los Caminados, se proseguía con el Espejo del Aliento. Mientras los ragolus murmuraban variadas oraciones en la lengua materna de las Diosas,
se agasajaba a los scrynos con el Broche
de los Tres Minerales, expresaban estos el orden y equilibrio entre las
dimensiones y sus portadores. Era además, la insignia de los Soldados Sgroyanos
Una vez finalizada la larga
ceremonia, ataviados con los flamantes uniformes de soldados de la Guardia de
los Volcanes, camisola y pantalones blancos inmaculados y capa rojo fuego
recogida en el centro del pecho por el Broche
de los Tres Minerales, los amigos, visiblemente
emocionados se dirigieron a atender la llamada del Preferente.
Les recibió sentado en su silla, justo
en el extremo de la mesa ovalada situada en el centro de la Sala en Llamas. La
del Preferente, era la única silla diferente de las que rodeaban la mesa. El respaldo
era significativamente más alto que el de las demás. Cuando Kurd y Leo se
hubieron acercado a la mesa ovalada, el Preferente realizó un sutil gesto indicándoles que tomaran asiento.
- Soldados de la Guardia de los
Volcanes!, Soldados Sgroyanos!, bebed conmigo hijos- El mayordomo Vigyl les sirvió brebaje del
mejor vino que se conocía, procedente de
las cosechas de la Saga Escudo del Último Mundo. Ambos sorbieron un poco de
caldo y dejaron la copa sobre la mesa casi al unísono.
– Habréis notado que hace varios deutenios los volcanes se manifiestan
algo agitados… Las mismísimas Mangalas han solicitado nuestra
asistencia. No se conoce con exactitud que está sucediendo, ni qué
acontecimientos nos sobrevienen.- Se levantó costosamente, empezaban a pesarle
sus casi cuatrocientas campañas desde el día de su primer llanto. Se dirigió
hacia el gran lienzo suspendido en la pared central, en él se representaba la
zona de los volcanes en absoluta calma. Era precioso, los colores, los trazos… Absorto en la observación del exquisito mural,
con ambas manos entrelazadas en la parte baja de su espalda realizó un largo
suspiro y añadió. –Lleváis cuarenta campañas estudiando, ensayando en la lucha,
experimentando con el tiempo, hermanándoos
con la naturaleza,… conocéis curas, magias, … habéis superado la Prueba de Vida. Ha llegado el
momento que salgáis a cumplir con vuestro
cometido, aquel por el que fuisteis concebidos.
- Dónde debemos dirigirnos Lord
Preferente?- Kurd ansiaba comenzar con su nueva vida como Soldado Sgroyano…