Dodoï Tuku, “flor de cactus” en el
antiguo idioma de la tribu de las Yutukarus la seguía de muy cerca.
- Otra vez aquí?- Yara habló sin
desviar la mirada de su tarea. – Tu memei
debe estar extrañándote!
La pequeña Dodoï adoraba observar
a la joven realizando sus labores.
Yara había sido acogida como
aprendiz por la Casa Yokatao , una de las familias más influyentes de Ciudad Alegría,
la capital del Primer Mundo.
Cargó el cántaro cuanto estuvo
lleno sobre el hombro izquierdo y se dirigió
hacia el tortuoso camino bordeado de cactus. Las flores de diversos colores que
emergían de ellos contribuían a embellecer todavía más el espinoso pasadizo.
Se cruzó con uno de los cuidadores
del jardín. Se trataba del mismo muchacho con el que ya había coincidido en el
mismo lugar ese mismo deutenio las
dos veces anteriores. En esta ocasión Drokhoy, podaba las grandes y peligrosas espinas
de los Cactus Magnillus, éstas podían
llegar a adquirir las dimensiones equivalentes al brazo de una persona adulta. La
observó con la cabeza gacha mientras ella desfilaba por la improvisada
pasarela. Supuso que Yara no lo notaría. Pero ella si lo advirtió. No le
importaba sentirse observada, llevaba ocho campañas en la ciudad y ya se había
acostumbrado a la presencia de varones a
su alrededor.
La bellísima aprendiz provenía de uno de los numerosos poblados de la tribu
de las Yutukarus. Su piel parecía
cincelada sobre ébano. Llevaba la dorada cabellera recogida en una recia trenza decorada con florecillas que parecían brotar del
mismo cabello. Ojos enormes de color miel, pequeña nariz respingona y labios muy
carnosos, eran los detalles que conformaban un rostro precioso y cargado de
expresión. Tenía anchas caderas y grandes pechos. No caminaba, bailaba una dulce
y sensual danza… Su primer llanto había
acontecido en el seno de un pequeño poblado situado al Sur del Primer Mundo. Se
decía que las mujeres de la tribu Yutukarus fueron las primeras pobladoras de todos los Mundos, pero no parecía
existir documento gráfico o de cualquier otro tipo que lo legitimara. En los poblados Yutukarus no convivía ni un
solo hombre adulto. Las antiguas
Yutukarus los habían exiliado hacía miles de campañas. Se organizaban en trityos que eran como una especie de
guetos. Cada trityo tenía su memei, que era la miembro más mayor. Era
habitual que en un tritio llegaran a coexistir
cuatro generaciones de mujeres.
Cuando las Yutukaru tenían edad
para procrear, eran libradas como aprendices a las ciudades grandes, en ellas
sí había hombres con los que aparearse.
En ocasiones pasaban varias campañas hasta que las muchachas Yutukarus,
totalmente desacostumbradas a la figura varonil osaban amarse con algún
sirviente, esclavo, u hombre libre.
Yara no deseaba hacerlo. Cuando
imaginaba cuerpos cubiertos de pelo, manos oscas, olores fuertes… le asaltaba una incómoda sensación
de náuseas.
Cuando llegó al pie de la larga
escalera que conducía a la puerta de los jardines de la residencia de los
Yokatao se giró hacia Dodoï y con su hablar más dulce le dijo- Dodi, a partir
de aquí seguiré sola, sabes que no debes entrar. Vuelve con tu memei, debe estar preocupada, llevas
todo un deutenio tras de mí.
Yara ascendió por la rosada
escalinata de mármol. Sabía que cuando volviera a salir Dodoï seguiría allí, el
pensamiento le dibujó una tierna sonrisa en el rostro <<es tan tenaz y
alegre… me recuerda a la Yara que fui >>.
Se dirigió directamente hacia la
zona de baños.
El basalto, piedra procedente de
las minas situadas al pie de los volcanes, confería a la zona de baños un predominante
color gris oscuro. Ese mineral era
de gran dureza, no se consumía con el
uso de agua, los vapores ni tampoco con la
constante fricción de los cuerpos sobre él.
Yara se despojó de las sandalias de
suela de paja prensada y hoja de cactus. Ejerciendo un suave movimiento con la
mano derecha, aun con el cántaro en el hombro izquierdo, deshizo el nudo que
sostenía su toga. La suave seda azul celeste, se deslizó por su femenina figura
como si la quisiera acariciar por última vez antes de desprenderse de ella. Se
adentró en la sala. El ambiente estaba completamente invadido por nubes de
vapor y el exquisito aroma proveniente de la mezcla de inciensos traídos desde las Islas
Verdes.
El techo abovedado de los baños consistía en una gran claraboya
formada por un collage de vidrios de varios tamaños y opacidades que permitían
filtrar haces de luz de diferentes intensidades hacia todas las direcciones
posibles. El albor que provocaba la lluvia de luz, chocaba contra los cristales
de las crocoitas que estaban estratégicamente situadas alrededor de la boca de
los agujeros que eran las bañeras. Las crocoitas con su intenso color bermellón
y sus rayas naranjas y amarillas, irradiaban destellos púrpura con ápices
anaranjados. La mezcla de minerales, vapor,
luz y cristales inducía a la sensación de estar bañándote entre la lava del
cráter de un volcán en erupción. Los baños eran de uso exclusivo para las
mujeres, su lugar de descanso y en muchas ocasiones, también de placer. Alhajarlos
emulando el escenario del lugar más sagrado, los Volcanes, se había puesto de
moda en las grandes ciudades del Primer
Mundo.
Yara deslizó el cántaro del hombro con
la ayuda de dos de sus compañeras, también desprovistas de ropajes. Vertieron el agua lentamente sobre las
lumbres, desencadenando así un estadillo de vapor en el ambiente.
- Yara, querida, ven a saludar a
nuestra convidada…- Rudil Yokatao,
la Señoría de la familia Yokatao, se había levantado y brindaba su mano a Yara para
ayudarla a sumergirse en la bañera central. Yara entró.
Una vez dentro Rudil le presentó
a su acompañante- Hylma, esta es Yara, de quien tanto te he hablado… , Yara, esta es Hylma Rokuppai, Señoría de las Planicies
del Este, nos honrará con su presencia durante algún tiempo, al menos hasta que
la montaña deje de escupir fuego…
- Sea bienvenida Señoría Rokuppai,
ha aumentado mucho el calor por sus tierras debido al destello del Gran Volcán?-
Yara se aproximó a Hylma y le ofreció un rápido beso en los labios, saludo
habitual en Ciudad Alegría. Yara comenzaba
a retirarse con la intención de volver a colocarse junto a
Rudil cuando Hylma la agarró enérgicamente por la cintura, la atrajo
tanto hacia ella que sus pechos se
rozaron. Como un susurro le cantó al oido – Tu belleza es aún mayor de lo que
me habían contado.- La señora Rokuppai, besó a Yara en los labios buscando con
su lengua la de la joven, cuando la
halló, inició una húmeda danza de estas. Yara aguantó lo suficiente para que su
gesto no traspasara la línea de lo descortés. Después separó su rostro lentamente, esbozó una
sonrisa apática y se sentó junto a Rudil, su Señoría, a la que sí le gustaba besar, la que la
humedecía. Rud, su deseo, su amor prohibido, su amor secreto…
- Deberíamos salir de aquí o
nuestra piel no retomará su aspecto terso en varios deutenios- Rudil se levantó y, auxiliada por dos de las muchachas
salió de la bañera, Hylma la siguió. Yara se quedó un rato más disfrutando del relajante
placer que los baños le procuraban…
Cargaba con una gran bandeja
colmada de frutos de todo tipo. La posó cuidadosamente sobre la mesilla de cristal rodeada por enormes
cojines color marfil, donde las Señorías
se habían recostado. Rudil hizo una seña
a Yara con la mano para que se acomodara con ellas.
- Estábamos disertando sobre lo inquietante de esta nueva y furibunda
explosión de los volcanes...- Rud puso al día a Yara sobre su conversación para
que la aprendiz pudiera participar en ella.- Además, está durando demasiado
<< cogió una ciruela negra y comenzó a mordisquearla>>.
- Las temperaturas aumentan
vertiginosamente en las Planicies del Este. Nuestras mujeres mayores no
soportan tanto calor y adolecen.- Añadió la invitada. Antes de proseguir se
introdujo una uva rubia en la boca.- El agua comienza a escasear, se evapora por el ardor derivado de los
volcanes.- Escupió con delicadeza las
semillas sobre un pequeño plato situado sobre la mesa de cristal- En cuanto se
vacíen completamente las lagunas, nada impedirá que el calor derrita hasta las
piedras…
- A la próxima salida del Sol,
tenemos diálogo con la Gran Rakay. Ella
sabrá que hacer. Si tal como dicen las antiguas,
está tutelada directamente por las Diosas de los Volcanes, éstas le revelarán
como debemos actuar… - Hylma no se creía
sus propias palabras, aunque le hubiera agradado poder hacerlo.
- Señoría, mi Señoría!- Kiktia
irrumpió en el salón. Venía muy sofocada.- Son cuatro o cinco, los han
localizado deambulando por la zona del Cruce!- Le costaba respirar.- Cinco sí
cinco, son hombres, sí…- más que hablar, balbuceaba.
- Cinco qué, Kiktia?- Rudil se había
levantado y esperaba recibir de su mensajera
alguna frase con sentido.
- Cinco hombres Señoría. Cinco desbocados, o como se denominan ellos
mismos cinco caballeros.
- Cinco desbocados paseando por el Primer Mundo?- Hylma parecía
escandalizada- Qúé ocurre? Porqué ahora, con la lluvia de fuego… aparecen…- Su rostro reflejaba el desconcierto
que le provocaba la situación.
- Está bien- Rudil se dirigió a
Kiktia- Sólo existe una forma de conocer sus propósitos. Avisa a las rastreadoras, deben salir de caza
inmediatamente. Cinco presas, las quiero vivas las cinco.
Te leo desde el primero y te seguiré leyendo.
ResponderEliminarÁnimo y, sobre todo, no pares.
Saludos y felicidades.
Gracias Maidea13!
EliminarUn abrazo
Uno más que se suma!
ResponderEliminarTe sigo.
gracias!!! un abrazo
ResponderEliminarHola, este capítulo me encanto, muy bueno ..... gracias por compartir !!!
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