Las posadas en esa zona del
Bimundo acostumbraban a ser completamente fortificadas, de ahí que se las
llamara fortines. Los posaderos debían proteger a su clientela de los imprevisibles
peligros que merodeaban por esos lugares, así como de las inclemencias del caprichoso
tiempo.
Los Guardias Sgroyanos gozaban
del privilegio de ser atendidos gratuitamente en cualquier fortín que
escogieran para sus pausas, de hecho era un honor para cualquier hospedero que
los Guardias optaran por su negocio para retomar fuerzas.
El escolta acomodado en una de
las dos torres, situadas junto al portón de entrada a la pequeña
fortaleza, se apresuró en vociferar a
los hombres que se encontraban en una garita situada en la parte inferior para
que abrieran la pesada puerta. Kurd y
Leo saludaron alzando la mano y realizando un suave gesto con la cabeza, y se
adentraron hacia el patio interior.
Dos mozos de las cuadras se
apresuraron en acercarse hasta ellos para prender los caballos.
- Nosotros nos ocuparemos de
ellos Señores, tendrán aseo, buen follaje para pastar y limpia paja donde yacer-
dijo el mozo más bajo y delgado de los dos allí presentes.
- Muy bien!- dijo Kurd haciendo
una caricia en forma de golpecitos en el lomo de su Veloz.
Leo giró sobre sí mismo hasta
localizar la puerta de acceso al interior del enorme edificio. Estaba
construido con piedras procedentes del Desierto
Cruel. Este desierto, emplazado al Norte
del Bimundo tenía como particularidad, se decía que debido a la cercanía con la
Zona de los Volcanes, que la arena había solidificado formándose enormes
roquedos de color arenisco.
El resultado era una edificación
que parecía esculpida directamente sobre una montaña. Las ambarinas piedras proporcionaban
una agradable sensación de serenidad.
Leo empujó, no sin dificultad, la
recia puerta de madera de tejo que daba al interior del fortín. A pesar de no
ser muy alto, poseía una buena musculatura. De niño había sido extremadamente delgado,
pero al llegar su sesenta campaña aproximadamente, el cuerpo del pequeño Leo sufrió
una serie de cambios espectaculares. En apenas cuatro campañas estaba irreconocible. Pasó de ser un muchacho
escuálido a convertirse en un varón fuerte y atractivo. Doncellas que le habían
ignorado antaño, suplicaban por sus atenciones ahora. Era rudamente atractivo y
lo sabía.
El portón conectaba directamente con
una espaciosa cantina. Todos los presentes enmudecieron en el momento que se
abrió la puerta. Decenas de miradas curiosas y desconfiadas estudiaron durante
un largo instante a los dos muchachos. El juglar había dejado de raspar las
cuerdas de su desvencijado salterio. Las servidoras permanecieron inmóviles en el lugar justo que se encontraban
cuando se abrió la puerta. Una de ellas tuvo que dejar reposar sobre una mesa la
enorme bandeja que llevaba con un cochinillo asado rodeado por frutas del
bosque caramelizadas cuando le fallaron
las fuerzas de los macilentos brazos, .
Leo, se dirigió hacia la barra
decidido. Kurd le seguía de cerca mientras observaba a los que le rodeaban con
cierta escama << qué le pasa a esta gente?>>.
- Donde está el dueño del
fortín?- se dirigió al esquelético anciano postrado tras la barra.
- Ante vos señores, sed
bienvenidos al Fortín de Laya.- alzando ligeramente el tono de voz dedicado al
resto de comensales añadió- Qué os pasa? Nunca habéis visto Guardias Sgroyanos?,
Seguid con vuestros asuntos, son bienvenidos aquí!
Comieron del exquisito cochinillo
que había de menú esa oscuridad, bebieron gran cantidad de lo que pretendía ser
brebaje de vino. Compartieron mesa con agricultores, herreros e incluso maestres
de la zona. Participaron de las risas y las anécdotas.
Estaba siendo una velada
realmente agradable.
Ya se habían retirado la mayoría
de los asistentes, cuando Kurd fijó la vista en la anciana sentada en el fondo
de la cantina. No recordaba haberla visto en toda la oscuridad. Estaba sola en
una mesa y bebía sorbitos de algún tipo se líquido color púrpura << debe
ser jugo de ciruela>>.
Mientras navegaba absorto entre
sus pensamientos en torno a la bebida de la anciana, se percató que ésta había
fijado la mirada en él, o eso parecía, sus ojos apenas dejaban advertir una rayita de
su amarilla esclera y un punto negro en lo que tenía que ser su pupila e iris.
La anciana alzó la mano derecha repentinamente
y con el dedo índice le hizo un gesto negativo. << No qué? Qué le pasa a
esa vieja?>>. Kurd desvió su
atención hacia Leo que estaba llenándose la boca con los deliciosos pastelitos
de miel y azúcar y cantando a su vez una canción mal pronunciando las palabras y
disparando trozos del dulce en todas direcciones, provocando enormes risotadas entre
las tres doncellas, de dudosa procedencia, que allí estaban esperando para poder llevárselo
al lecho.
Cuando quiso volver a fijarse en
la solitaria anciana, ésta ya no estaba << es extraño, ha tenido que
pasar por delante nuestro para abandonar la cantina… no me he percatado de su
salida>>.
Leo no durmió demasiado esa
oscuridad y lo poco que cabeceó no lo hizo solo. Kurd descansó plácidamente.
Los mismos mozos encargados de las
cuadras que se habían llevado sus monturas el deutenio anterior les aproximaron los caballos.
Mientras Leo se despedía de sus
“amigas” junto a la puerta del fortín y las colmaba de promesas de esas que no
pensaba cumplir, Kurd sujetaba ambas riendas y sonreía observando el disfrute del que
estaba gozando su casi hermano.
El contacto de una mano posándose
en su espalda le pilló desprevenido. Hizo un pequeño salto hacia adelante. Cuando
se dio la vuelta, descubrió a la extraña anciana que le había estado haciendo
señas durante oscuridad anterior en la cantina.
Sintió un escalofrío que le
recorría la espalda ascendentemente hasta convertirse en un cosquilleo en la
parte trasera de la cabeza.
- Que queréis?- el tono de Kurd
sonó más agresivo de lo que él pretendía.
Le pareció más pequeña y también
más horripilante que en la oscuridad anterior. <<La fealdad luce en su máximo
esplendor a la luz del sol>>.
- Vivís una mentira- su voz era
débil y áspera- esquivad las falsas señales o lo lamentaréis. …- la anciana le
miraba fijamente a los ojos como si creyera que así parecería más convincente.
- Que decís “señora”? – Kurd
estaba tan estupefacto que no sabía cómo
actuar. Todavía le perduraba el cosquilleo del escalofrío.
Por un momento le pareció
reconocerla << dónde te he visto antes?... >>
- Si os asaltan las dudas o el miedo, buscadme mi señor. Yo
estaré ahí. Sólo buscadme! << Porque tendría que buscaros? Dais más miedo
que cualquier otro monstruo…>>
Las enajenadas palabras de la
anciana empezaban a inquietar en demasía a Kurd.
- Cuando el fuego se sofoque, las
estrellas comiencen a comprimirse, los
mundos se paralicen… buscadme Kurd. Hacedlo o no habrá marcha atrás…
Ya era hora, nos tenías en ascuas... muy bueno, felicidades!
ResponderEliminarGracias!
EliminarPronto publicaré el siguiente.
Una abrazo y a ver si te decides a que conozca tu nombre...
Muy bien llevada la historia en un episodio más donde la incógnita hace presencia... buen recurso para mantenernos enganchados!
ResponderEliminarUn beso y un gusto seguirte:
Gaby*
Gracias Gaby!
Eliminarhola buenas tardes, me acabo de dar cuenta que eres tu la que dejas tus capitulos en el muro de ESCRITORES NOVELISTAS , yo soy la administradora dela pagina junto con rob, por cierto me encanta tela sigo paso a paso, besos
ResponderEliminarHola!
EliminarDisculpa que tarde tanto en responder, como verás llevo un tiempo sin publicar en el blog, se me han cruzado unos proyectos urgentes y he tenido que abandonar a Sgroya por un tiempo. Ya estoy aquí de nuevo, trabajando con la continuación de la historia.
Muchas gracias por el comentario y por leerme, la verdad es que anima mucho...
Así que eres administradora de Escritores Novelistas, que bien, pues nos vamos leyendo por todas partes... :) un abrazo y gracias una vez mas.