soy sgroya


Apareceré repentinamente en la fría ruta de
los caminantes.
Soy quien te mereces que sea, soy la Dama de las Nieves, la Diosa del Volcán, soy el
pecado y la absolución, soy tu destino, soy tu venganza y tu rencor, soy la
feminidad. Soy… Sgroya!!!!


domingo, 22 de abril de 2012

Cap. III- Prueba de Vida


Parecía como si la  Estrella Guía se hubiera arrastrado por una alfombra de terciopelo azul, las nubes semejaban el rastro que ésta había dejado a su paso…

 Leo yacía tumbado sobre la espesa y especialmente  verde hierba que cubría el suelo, estaba  despierto con los ojos abiertos de par en par. Acreditó que tal como decían los viejos ragolus, en esa parte del bimundo,  al observar la Guía  largo tiempo podían intuirse algunas de las diosas desfilando para quien  quisiera observarlas, primero le pareció entrever una con un cántaro sobre la cabeza, más tarde otra con una soga en el hombro, otra sujetando un objeto que no alcanzaba a adivinar... Se preguntó si alguna sería Ella…

- Muy bien amigo, puedes cerrar los ojos y reposar- Kurd apareció de entre los espesos matorrales rascándose sendos  ojos con ambas manos a la vez. Estaban ligeramente hinchados y  bajo ellos, sus ojeras estaban más foscas de lo habitual. Su rostro delataba la falta de descanso de los últimos  deutenios.

- Leo?, ya estás soñando otra vez? De que se trata ahora?- se sentó a su lado con las rodillas estribadas en el pecho y rodeó las piernas con sus brazos.

Miró al cielo en la misma dirección en la que seguía haciéndolo Leo.

- Kurd, tu crees que Ella está vigilándonos? He podido vislumbrar a varias…  su reflejo, su silueta… pero… - se giró hacia su compañero.

- De donde yo provengo se cree que en realidad siempre es Ella, sólo hay una pero tiene diversas formas de presentarse ante nosotros. Representa lo que amas, lo que odias, lo que respetas, los oficios que conoces … el rencor… el amor - Kurd hundió la mirada en los ojos de su camarada y añadió - Y se cree que solamente cuando somos capaces de comprender que somos todos iguales ante su percepción, sólo entonces, se puede ver a la Verdadera, sólo entonces podrás ver a la auténtica  Diosa Sgroya. Dicen que la mayoría sólo logra conocerla un instante justo antes de morir… - Se estiró sobre la hierba con las manos bajo la cabeza, volvió a mirar el cielo y apuntó- de momento me  basta con que ella, o ellas, nos protejan hasta el fin de la Prueba…

La noche fue larga. Se turnaron para realizar guardias por si algún peligro decidía visitarlos durante la tercera oscuridad desde que habían iniciado su Prueba de Vida. Si lograban llegar y superar  la quinta oscuridad, con el primer rayo de Sol que indicara el inicio de un nuevo deutenio, regresarían al Castillo de la Protección. Mientras tanto debían concentrar todas sus fuerzas y utilizar todas las técnicas impartidas por sus maestros ragolus  en sobrevivir en aquel lugar sin leyes.

Cuando, hacía ya tres deutenios,  el Preferente notificó a Leo y Kurd que ya estaban preparados para la Prueba, la reacción de ambos jóvenes fue muy parecida a los ojos de los asistentes al acontecimiento, pero albergada de muy distinta forma para los adentros de los dos aprendices. En ese momento pertenecían al rango de los  skrynos, que eran los pupilos de los ragolus. La distancia entre ser skryno y ser un soldado de la Guardia de los Volcanes Helados, o como se conocía popularmente ser un Guardia Sgroyano  residía  solamente en superar la Prueba de Vida.

Ser Guardián parecía morar muy cerca cuando decidían enviarte a la Prueba, pero la realidad era que sólo una de cada veinte parejas de skrynos culminaba viva, o, en buenas condiciones físicas, mentales y espirituales para ser nombrados  Guardias Sgroyanos. Era la institución más elitista existente, a la que sólo podían acceder los que se decía eran elegidos por la misma diosa Sgroya desde el deutenio de su Primer Llanto.


viernes, 6 de abril de 2012

Cap. II - Nacimiento del Quinto


Los gritos eran ensordecedores, todas las estancias de la Torre Azul se inundaron con ese sonido estremecedor, mezcla de chillidos, gimoteos y llantos. De vez en cuando se alcanzaba a escuchar alguna expresión con sentido  –Sacadlo ya!, o – Me muero!- Donde está mi señor esposo?, - Dadme algo!.


- Por el fuego de los volcanes! Parece que estén degollando a una marrana, así no hay quien se concentre- había tapado el rostro de la hija pequeña de la cocinera con su propia falda, la tenia tumbada sobre la mesa con su no estrenado sexo al descubierto, deslizó su mano por la zona húmeda, pero no estaba húmeda, estaba seca, tan seca que le costó introducir la punta de su dedo grosero. Sabía que cuando estaba árido, el sexo era muy placentero. Estaba completamente desnudo. Cuando quiso introducir su pene en el interior de la todavía niña,  se dio cuenta que no alcanzaba. La escena se volvió cómica durante unos instantes cuando se alzó sobre sus puntas intentando elevarse hasta alcanzar la posición anatómica adecuada sin llegar a conseguirlo- Diosas! Porque me hacéis esto? – agarró con fuerza las piernas a su  virgen y la estiró enérgicamente allegándola hacia él. Ella gritó, la espalda le quedaba  justo en el borde de la mesa y le dolía.


 Cuando la tuvo a una altura acomodada  la penetró como un animal salvaje en celo.


Ella berreó descorazonadamente.


Los gritos procedentes de la otra sala de la torre se habían tornado ya en una extraña banda sonora de fondo- Sacadlo SACADLO!


Notó como le costaba adentrarse, era una sensación de lo más placentera. De repente, advirtió como la zona de contacto se humedecía, sacó su miembro lo miró y dijo - Felicidades, ya eres una mujer! - La sangre hizo que la siguiente introducción fuera mucho más fluida. Apenas había pasado un instante cuando su semilla se repartió en el interior de la ahora ya mujer. Se quedó un rato inmóvil sin salir de ella, su semblante era de éxtasis, labios ligeramente abiertos y húmedos por la saliva que no había sabido o querido controlar. Ella lloraba. Él pensó que era natural que estuviera conmocionada pues acababa de convertirse en mujer y eso siempre las emocionaba...


Cuando percibió el debilitamiento salió casi con la misma brusquedad e indiferencia con la que había entrado, se giró y se dirigió con paso zigzagueante hacia la parte del suelo donde yacían sus ropajes, los recogió de un zarpazo agachándose torpemente. Los puso sobre el sitial tapizado en azul celeste y se acercó a la palangana para refrescarse un poco.


Mientras sacudía ambas manos mojadas a la vez, se aproximó hacia la mesa pequeña situada al final de la estancia, justo  bajo la ventana. Cogió la copa de cobre en la que todavía quedaba algo del brebaje de vino que había estado tomando mientras alguien le buscaba una virgen en cuanto su esposa le apuntó vía  berridos descontrolados que estaba a punto de dar a luz. El parto se había adelantado varios deutenios y no había escogido novicia cuando repentinamente se iniciaron los acontecimientos.


Sorbió. Con la calurosa sensación del brebaje viajando a través de su garganta, alzó la mirada y oteó a través de la lumbrera.


Hacía un día espléndido, el sol brillaba sobre el valle como una bola enorme de fuego, la hierba reflejaba  la luz del astro convirtiendo su reflejo en una fuente de colores maravillosos en la que al agua sube pero nunca llega a caer, parecía como si el mismísimo sol las volviera a reclamar… se le antojó como algo mágico.


De repente, la expresión de su semblante esbozó una especie de representación de la danza del miedo, bajó la mirada hacia la mesita, rellenó la copa con el brebaje de vino procedente de las mejores cosechas de los dos mundos y el bimundo, la suya. Apuró de un trago todo el caldo. Cuando hubo acabado alzó la vista lentamente hacia el cielo. Lo estudió exhaustivamente para cerciorarse que ella no estaba allí. Suspiró, dejó la copa sobre la mesa y se dijo a sí mismo, - Tranquilo, no hay águila, no hay águila…