Parecía como si la Estrella Guía se hubiera arrastrado por una
alfombra de terciopelo azul, las nubes semejaban el rastro que ésta había
dejado a su paso…
Leo yacía tumbado sobre la espesa y
especialmente verde hierba que cubría el
suelo, estaba despierto con los ojos abiertos
de par en par. Acreditó que tal como decían los viejos ragolus, en esa parte del bimundo,
al observar la Guía largo tiempo
podían intuirse algunas de las diosas desfilando para quien quisiera observarlas, primero le pareció
entrever una con un cántaro sobre la cabeza, más tarde otra con una soga en el
hombro, otra sujetando un objeto que no alcanzaba a adivinar... Se preguntó si
alguna sería Ella…
- Muy bien amigo, puedes cerrar
los ojos y reposar- Kurd apareció de entre los espesos matorrales rascándose
sendos ojos con ambas manos a la vez. Estaban
ligeramente hinchados y bajo ellos, sus
ojeras estaban más foscas de lo habitual. Su rostro delataba la falta de
descanso de los últimos deutenios.
- Leo?, ya estás soñando otra vez? De que se trata ahora?- se sentó
a su lado con las rodillas estribadas en el pecho y rodeó las piernas con sus
brazos.
Miró al cielo en la misma
dirección en la que seguía haciéndolo Leo.
- Kurd, tu crees que Ella está
vigilándonos? He podido vislumbrar a varias… su reflejo, su silueta… pero… - se giró hacia
su compañero.
- De donde yo provengo se cree que en realidad siempre es Ella,
sólo hay una pero tiene diversas formas de presentarse ante nosotros. Representa
lo que amas, lo que odias, lo que respetas, los oficios que conoces … el
rencor… el amor - Kurd hundió la mirada en los ojos de su camarada y añadió - Y
se cree que solamente cuando somos capaces de comprender que somos todos
iguales ante su percepción, sólo entonces, se puede ver a la Verdadera, sólo
entonces podrás ver a la auténtica Diosa
Sgroya. Dicen que la mayoría sólo logra conocerla un instante justo antes de
morir… - Se estiró sobre la hierba con las manos bajo la cabeza, volvió a mirar
el cielo y apuntó- de momento me basta
con que ella, o ellas, nos protejan hasta el fin de la Prueba…
La noche fue larga. Se turnaron
para realizar guardias por si algún peligro decidía visitarlos durante la
tercera oscuridad desde que habían iniciado su Prueba de Vida. Si lograban
llegar y superar la quinta oscuridad,
con el primer rayo de Sol que indicara el inicio de un nuevo deutenio, regresarían
al Castillo de la Protección. Mientras tanto debían concentrar todas sus fuerzas
y utilizar todas las técnicas impartidas por sus maestros ragolus en sobrevivir en aquel lugar sin leyes.
Cuando, hacía ya tres deutenios, el Preferente notificó a Leo y Kurd que ya
estaban preparados para la Prueba, la reacción de ambos jóvenes fue muy
parecida a los ojos de los asistentes al acontecimiento, pero albergada de muy distinta
forma para los adentros de los dos aprendices. En ese momento pertenecían al
rango de los skrynos, que eran los pupilos de los ragolus. La distancia entre ser skryno y ser un soldado de la
Guardia de los Volcanes Helados, o como se conocía popularmente ser un Guardia
Sgroyano residía solamente en superar la Prueba de Vida.
Ser Guardián parecía morar muy
cerca cuando decidían enviarte a la Prueba, pero la realidad era que sólo una
de cada veinte parejas de skrynos culminaba
viva, o, en buenas condiciones físicas, mentales y espirituales para ser
nombrados Guardias Sgroyanos. Era la
institución más elitista existente, a la que sólo podían acceder los que se
decía eran elegidos por la misma diosa Sgroya desde el deutenio de su Primer Llanto.