A pesar de lo débil que se sentía
tras el reciente parto, Lady Escudo se vio obligada a desplazarse a Ciudad
Esmeralda cuando recibió la noticia de la misteriosa desaparición de su esposo.
La jovencísima Dourada, viajaba con su lozano bebé al que todavía amamantaba, escoltada por varios caballeros de la casa Escudo,
capitaneados por el primogénito de su esposo, Zhak Escudo. Con cuarenta y
cuatro campañas transcurridas desde el día de su primer llanto, Zhak, era algo mayor
que su madrastra.
Trataban de reproducir fielmente
el mismo itinerario que había pretendido seguir Rakio bordeando los Vergeles de
Guía.
Pasaron una oscuridad en Villa
Esencia, de igual manera como lo había hecho el esposo y padre perdido.
Preguntaron en todas y cada una
de las villas por las que pasaban, interrogaban a cualquier caminante que se
cruzara en su camino, indagaban en las posadas, investigaban en los burdeles …
No obtuvieron ni una pista, ni una palabra
alentadora. Nadie parecía saber nada.
Al parecer, los habitantes de
Villa Esencia, habían sido los últimos en ver a Sir Rakio y sus más de
doscientos cincuenta acompañantes…
Dourada viajaba en un carro cubierto
por cortinas de tela color azul oscuro que la protegían de miradas indiscretas
así como de los ardientes rayos de sol, tiraban de él cuatro fornidos caballos. Retiró con la mano el cortinaje e indicó con
amabilidad al caballero que avanzaba junto al carruaje que se adelantara hasta la vanguardia de la comitiva y notificara a Zhak su deseo de parlamentar con él.
Zhak tardó casi medio deutenio en atender la llamada de Lady Escudo.
- Me agradaría visitar Templo Llanto- Dourada,
con el pecho derecho al descubierto, estaba amamantando al bebé cuando Zhak se
adentró en el carro.
El joven observó la tierna escena
durante unos instantes. Sus ojos emitían un brillo de ternura, o tal vez de
excitación…
- Como deseéis mi señora- respondió
el muchacho tras un prolongado silencio. – Me parece adecuado hacer un alto en
el camino y orar por mi padre y el resto
de amigos perdidos.
Dourada asintió mientras acariciaba
la cabecita de su hijo con delicadeza. No alzó la mirada ni un solo instante.
Zhak abandonó el carro de un salto, y con su innata agilidad montó en su
corcel, con las dos riendas a la misma
altura, golpeó con decisión la pierna derecha sobre la parte trasera del caballo
y éste corrió velozmente hasta recuperar su posición como capitán a la cabeza
de la comitiva.
En Templo Llanto residían los
insólitos monjes del Orden del Fervor,
una agrupación antiquísima cuya principal misión residía en mediar entre el Señor del Cristal, al que
adoraban fanáticamente y los habitantes del Último Mundo. No era la religión mayoritaria, pero se decía
que los monjes proyectaban poderosos hechizos cuando rezaban a su Dios.
Dos deutenios después de la
escueta conversación en el interior del carro, Dourada y Zhak no habían vuelto
a cruzar palabra. Su comunicación se limitó al envio de escuetos mensajes a
través de los cabalgantes de confianza de ambos jóvenes, pero ese deutenio,
cuando empezaba a oscurecer, el heredero de Rakio Escudo se aproximó al
carruaje y vociferó - Mirad señora!, asomaos y podréis vislumbrar el templo. El
paisaje es impresionante! Queréis que os retire el cortinaje para que podáis
admirarlo mientras nos acercamos?
Dourada, que había asomado la
cabeza de entre las cortinas para contemplar el monumento, dijo tímidamente - Gracias, sois muy gentil – y le ofreció una sonrisa al muchacho. Su sonrisa
era preciosa. Cuando sus labios sonreían, también lo hacían sus ojos y le aparecían
dos graciosos hoyuelos en el centro de sus rosadas mejillas. Su sonrisa podía
iluminar en plena oscuridad como lo hacían las estrellas. Por desgracia, Dory
últimamente no alumbraba muy a menudo.
Su idílica infancia se había visto
quebrada cuando su padre, comprometió, muy a su pesar, a su pequeña Dory con Sir
Rakio Escudo. Para el futuro esposo se trataba de la tercera y joven esposa, otra
más, pero para ella, ese compromiso esfumó la posibilidad de cumplir su sueño de
desposarse con un valiente y atractivo caballero que la cuidara, respetara y
amara para el resto de su vida. Su padre trató de explicarle lo que suponía
rechazar la oferta de matrimonio de Sir Escudo- Si se enoja, querida hija,
podría retirarnos la protección, y tú ya sabes qué significa eso verdad?... –
trataba de convencerla de algo que él mismo detestaba. Lo consiguió, Dourada
accedió a casarse como un acto de valentía hacia los suyos, pero amenazó a su
padre con la promesa de que llegaría a ser la mujer más triste y desolada de
todos los mundos. Ninguno de los dos había sido capaz de conciliar un buen
sueño desde entontes…
Llegaron al Castillo Dorado a
falta de un deutenio de la ceremonia
que la iba a unir para siempre con Rakio Escudo. Dory estaba aterrorizada. Su padre le
envió un juglar para que amenizara la
espera de la joven, que como marcaba la tradición estaba confinada en sus
aposentos hasta el momento del matrimonio. Anhelaba que su hijita se relajara y
finalizaran los temblores que la habían poseído. Llevaba tres deutenios íntegros con pequeñas y
continuadas convulsiones.
Heredó las damas de compañía de
la anterior y recién difunta segunda señora Rakio, Helteren Rakio. Habían
dispuesto un baño de agua caliente para purificar a la futura nueva esposa. La
fragancia de las flores e hierbas aromáticas que condimentaban el agua, invadió
cada rincón de la estancia. Emanaba el vapor del calor que se escapaba…
<<yo también escaparía…>>. Un sinfín de velas encendidas dispuestas
alrededor de la bañera, la trasladaron durante un instante al Lago Exaltado,
donde, durante las oscuridades sin Guia y sin Luna, los peces rayo se
iluminaban y chapoteaban incesablemente dejando destellos de luz a su paso.
Había pasado tantos ratos observándolos junto a su madre... le pareció que
había pasado una eternidad desde aquello. Los temblores la asaltaron de nuevo…
-
Dejadme sola- les dijo Dourada- tenía ganas de… morirse. Sumergió la cabeza
en la enorme bañera con la intención de no sacarla jamás, pero cuando se quedó
sin oxígeno, salió a por más instintivamente.
Jadeó un largo rato… seguía temblando…
- Vaya, sois verdaderamente
hermosa!- una voz masculina, procedente del fondo de la sala la asustó.
Dourada se levantó ligeramente intentando
huir de la bañera desenmascarando el moldeado, jovencísimo y húmedo cuerpo.
- O no no!!!, no era mi propósito
espantaros mi lady. Me ha conducido aquí el inocente deseo por
ver a la doncella con la que compartiré techo, mesa e incluso apellido a partir
del próximo destello…- se hizo una breve y tensa pausa- en la calle se parlotea
sobre vuestra belleza, sólo quería comprobarlo en persona. No podía esperar
toda una oscuridad…
La voz se convirtió en un cuerpo cincelado
por la tenue albor que servían las velas repartidas por la sala.
- Las palabras no os hacen
justicia, aunque no les culpo… como describir tanta belleza?
Parecía más joven de lo que ella
esperaba <<es hermoso>>. Alto y proporcionado, atuendo informal
pero lucido con una elegancia suprema. Pantalones de piel marrón claro ajustados
y camisola blanca inmaculada. Su cabello dorado, ni demasiado largo ni demasiado corto, proporcionaba
el aurea perfecta para un rostro
celestial. Labios carnosos, ojos enormes del color de la oscuridad <<si vuelve a sonreír desfalleceré aquí
mismo…>>.
Se acercaba lentamente…
Dourada se había quedado paralizada. Las gotas
que se desprendían de sus cabellos recorrían juguetonas su cuerpo hasta
despeñarse contra el agua de la bañera emitiendo una suave melodía
acuática.
Se arrimó al límite de la bañera,
estaba comprometidamente cerca. Dory
observó el evidente bulto que sobresalía
de la entrepierna de su futuro esposo <<está muy excitado>>. Sintió
una punzada de ardor que le nacía en la boca del estómago y se desplazaba hasta
su bajo vientre.
Dory
percibió su fresco aliento cuando él le regaló un suave beso en la mejilla, el tiempo se ralentizó... apostó la
mano en la desnuda cadera y la desplazó
hacia el lateral rozándole el terso culo.
Ella sintió como se humedecía…
Ansió que la tomara allí mismo.
Le entristeció que no lo hiciera pero se reconfortó pensando que la próxima
oscuridad se poseerían.
El joven, se desprendió de ella
lentamente, y se dirigió hacia el mismo lugar del que había aparecido.
Antes de abandonar la estancia,
se volteó y le dedicó una última sonrisa. A Dourada le pareció un tanto
afligido, pero no prestó demasiada atención a ese detalle… <<también está
nervioso>>.
Esa noche no pudo pegar ojo. Por
primera vez en su corta vida, puso los finos dedos entre sus piernas y se dio placer. Lo hizo
pensando en su futuro esposo. Repitió en dos ocasiones…
Junto con el primerísimo destello,
Dory, se levantó del cómodo pero diminuto camastro. Abrió enérgicamente los
portones de su ventana y descubrió como la lluvia regaba los jardines que envolvían el Castillo Dorado. Más allá de los muros, los
viñedos predominaban en el precioso paisaje que rodeaba el castillo. No le
importó que el cielo llorara, nada iba a angustiarla en ese, su día.
Permitió que la bañaran,
peinaran, vistieran, pintaran y perfumaran sin oponer resistencia. Estaba
radiante!
Su padre firmó una tregua con su
atormentada conciencia cuando durante el desayuno encontró a su pequeña, para
su grata sorpresa, enormemente animada. - No te preocupes papa, seré feliz, lo
sé- le había dicho al tiempo que le atestaba un beso en el centro de la brillante
calva.
Aguardaban frente la majestuosa
puerta de acceso al lugar donde se iban a celebrar las nupcias. Dourada luchaba
contra sus nervios por hacerse con el control de sí misma. A través del fino
velo que le cubría el rostro, observó los grabados sobre el arqueado marco de
madera. Representaban imágenes relacionadas con la vid, racimos de diversos
tamaños en los laterales y variadas escenas relacionadas con la vendimia en la
parte superior.
La puerta se abrió ante ella.
<<sólo tengo que entrar, sonreír,
y cruzar al largo pasillo hasta llegar al lado de Sir Escudo. Cuando
esté junto a él todo será más fácil…>>
Un unánime sonido de admiración se
aunó a la melodía que entonaban las diez
harpas cuando Dourada se mostró ante los convidados. Estaba preciosa.
<<Sólo entra y sonríe, él
te espera al otro lado del pasillo>>
Apenas cuatro pasos la separaban
del altar nupcial. En el centro habían dispuesto dos sillas de respaldo alto
tapizadas en color dorado y había flores por dondequiera que mirara. Dory alzó la vista escudriñando en busca del rostro
de su amado.<<ya está, sonríe sonríe…>> Un caballero de la edad de su padre le tapaba
la visión de su casi esposo. Su enorme y
redonda barriga era desproporcionada respecto sus piernecillas. El pelo parecía
grasiento y estaba desacertadamente peinado hacia atrás. Su nariz era enorme. Se
le asomaban restos de saliva en la comisura de los finos labios. <<sonríe
Dory, ya casi estás pero… que hace este monstruo, porque me retira el
velo…>>
Entonces, lo comprendió. En la primera fila, donde debía estar la familia
de su casi esposo, estaba sentado él. Flamante, elegante y bellísimo. En ese
momento elevó la vista y la miró. Sus ojos rebosaban tristeza y desespero...
ella supo que también se había estado dando placer pensando en ella…
La ceremonia prosiguió. Para
todos los allí presentes se casaba con Sir Rakio Escudo, pero ella imaginaba
que se desposaba con su hijastro. Parecía hipnotizada…
Tiempo después no recordaría casi
nada, sólo la sensación de las lagrimas que le habían recorrido las mejillas durante toda la ceremonia…
Es alucinante como engancha esta historia. Me encanta. Un abrazo Sgroya
ResponderEliminarLaura
Se agradece Laura. Un abrazo y gracias por leerme.
Eliminaresta dibina me encanta besos
ResponderEliminarMuchas gracias LUpe! Me he pasado por tu blog y te he dejado un comentario. Ademas me he hecho seguidora. Te animas a darte de alta en el mio? Un abrazo y sigue escribiendo...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bueno el capítulo, transmite la emoción y la tristeza. Genial
ResponderEliminarGracias!
EliminarNo es tan emocionante como Holy Motors pero no está mal... ;)