soy sgroya


Apareceré repentinamente en la fría ruta de
los caminantes.
Soy quien te mereces que sea, soy la Dama de las Nieves, la Diosa del Volcán, soy el
pecado y la absolución, soy tu destino, soy tu venganza y tu rencor, soy la
feminidad. Soy… Sgroya!!!!


martes, 1 de mayo de 2012

Cap IV. - somos nosotros

Con la celada del yelmo izada, que dejaba entrever  los pequeños y separados ojos y la enorme nariz, con  la armadura perfectamente calzada  y su más elegante capa dorada brillante sujetada en el cuello por un broche de metal ennegrecido simulando la silueta de un escudo, insignia de su saga, se dispuso a liderar el grupo hacia Ciudad Perla.

La comitiva estaba formada por doscientos soldados a caballo, cincuenta andantes que iban alternándose para empujar las cinco carretas repletas de comida, ropa y otros enseres; también estaban los cinco caballeros protectores de la Saga Escudo, todos ellos debidamente uniformados con sus armaduras oscuras y sus capas de color dorado mate,  y, evidentemente Sir Rakio, el  Gran Señor de la Casa Escudo, una de las sagas más importantes del Último Mundo.

Su Castillo Dorado se situaba en la parte más al noreste de la región.

Varias eran las opciones lícitas para llegar a la capital del Último Mundo que se emplazaba en el Sur,  pero Rakio Escudo ya había acotado a dos las posibilidades.

Una alternativa era avanzar por el Camino Central. Éste bordeaba las Montañas Azules sin llegar a adentrarse nunca en ellas, simplemente era un sendero que se encontraba entre las faldas de las montañas. Una ruta bastante segura. En las planicies entre monte y monte se apostaban campamentos  de soldados pertenecientes a la Tropa Real. Su cometido consistía en asegurarse que los pasantes llegaran a su destino sin contrariedades. Asimismo, los soldados tenían encomendada la recaudación del peaje que correspondía pagar a los transeúntes.

La duda de qué camino tomar,  para el primo del Rey, no residía en tener que costear el tributo, ya que Sir Rakio estaba exento de la obligación de sufragar el peaje por su condición de familiar de la realeza. Su vacilación estaba basada en el hecho que para llegar desde sus tierras hasta Ciudad Perla debía dar un gran rodeo si utilizaba esa vía.

La otra opción era más rápida, pero también más imprevisible, y por tanto, peligrosa. Nunca antes había recorrido esa ruta. Consistía en ir rebasando los Vergeles de Guía, un enorme bosque que se extendía por todo el borde del Último Mundo, y se introducía varias leguas hacia el Bimundo. Eran muchas las historias que se relataban sobre los Vergeles de Guía y los extraños seres que los habitaban. Se hablaba de personas que se adentraron en ellos y nunca más aparecieron, o emergieron largo tiempo después con su cuerpo pero sin su alma, otros aseguraban haberse encontrado cara a cara con los habitantes del Bimundo y se estremecían con sólo rememorarlo.

El traslado de los habitantes del Bimundo hasta la parte del bosque perteneciente al Último Mundo y viceversa, estaba totalmente prohibido. Así se especificaba en el Libro de los Preferentes. Impedir ese paso, o castigar duramente a los que se atrevían a llevarlo a cabo, era misión de los ragolus, maestros del Bimundo, aunque a veces no era un cometido fácil ni siquiera para ellos.

A tenor de los acontecimientos, Rakio decidió anteponer la prisa por llegar a su destino a dejarse arrastrar por dudosas historias de una panda de juglares y parleros. Su pretensión por llegar a Ciudad Perla antes que el resto de la familia, inclinó a Rakio a escoger el camino más corto.

No fallecía un Rey cada deutenio, y menos, el Rey del que uno era el sucesor por derecho. Todavía no conocía las circunstancias bajo cuales había muerto su único primo por parte de padre. El búho había llegado durante la oscuridad portando el mensaje de la muerte súbita del Rey, sin más disquisición. Inmediatamente ordenó a Jacquel  que despertara a sus consejeros para anunciarles que se encargaran de los preparativos para la inminente marcha.

Partieron al chispeo del primer rayo del nuevo deutenio. Rakio se sentía invadido por innúmeros sentimientos, nervios, alegría, melancolía y quizás también miedo, pero eso no le impidió montar en Cauto, su magnífico caballo de color marrón oscuro e iniciar la marcha. No se giró para mirar hacia los individuos que habían salido al gran patio a despedirle. Ni siquiera reparó en su esposa, ni siquiera en ninguno de los tres hijos que allí permanecían a la espera de esas palabras de un padre que abandona su hogar sin saber cuándo regresará, no hubo gestos, ni guiños, no hubo nada.  Todos permanecieron  allí plantados  hasta ver desaparecer a su Señor, esposo y padre…

El periplo comenzó muy tranquilo. Se dirigieron hacia el este, cruzaron el rio Temblante, que atravesaba todas sus tierras sesgadamente de noreste a sudeste. Lo hicieron por la zona donde el cauce era menor durante esa época de la campaña.

Cuando pasaban por alguna villa, los aldeanos salían a recibirles y les colmaban con  disparidad de objetos y alimentos, algunos les brindaban incluso a sus esposas e hijas, pues era su Señor el que les honraba con su paso y todo lo que ellos tenían, a él le pertenecía.

La oscuridad anterior a abandonar sus dominios,  Rakio y sus acólitos se establecieron en la última aldea existente justo en la frontera entre las tierras de la Casa Escudo y el inicio de los Vergeles de Guía, Aldea Esencia.  Los esencianos les gestaron un gran banquete a base de conejo asado con mezcla de especias y almendras, frutas del tiempo azucaradas y sobretodo abundante brebaje de vino, sabían que ese líquido, era el ingrediente exacto para que el convite fuera del completo agrado de Sir  Escudo. Y así fue.

Al siguiente chispeo, con los estómagos llenos y los genitales vacios,  todos los componentes de la comitiva evacuaron el lugar que habían utilizado como lecho.

Cuándo estuvo todo dispuesto se encaminaron  a cruzar los lindes.

- ¿Que pensáis hacer cuando arribemos a Ciudad Perla ?- Bresol, se había situado a la derecha de su señor. Su mirada estaba fija al frente.

- Querido Bresol, no es lo que yo piense es lo que debo… es mi deber, mi cometido. Sospecho, querido amigo que voy a tener que gobernar este mundo, y quien sabe, quizás también el otro.- La sola idea le producía una sensación de deleite indescriptible.

Ambos continuaron trotando largo tiempo, uno a la vera del otro sin cruzar más palabra.

De repente, se escuchó un fuerte crujido proveniente de la retaguardia de la columna. El caos se esparció entre los soldados vertiginosamente. Rakio se descubrió rodeado por sus cinco más leales, entre ellos, por supuesto, se hallaba Bresol. Los cinco habían desenvainado sus espadas y las mantenían en alto. Alguno de ellos, gritaba- no os separéis, no os separéis!!!-.



Desde el centro del corro de caballeros, Rakio podía escuchar gritos aterradores, gruñidos irreconocibles, <<que diablos emite ese sonido>>, Rakio estaba tan atónito que no alcanzaba ni a sentir miedo. Los caballos relinchaban, se escuchaba el ruido del metal de las espadas, pero no contra otras espadas si no contra…  <<¿contra qué diablos luchan? >>. El circulo se fue estrechando a su alrededor, hasta tal punto que los traseros de los caballos de sus defensores aprisionaban a su montura sin que Cauto pudiera controlar su destino. El caos llegaba a su máxima expresión gritos, sonidos inaguantables, crujidos, lloros, insultos.

De repente, les envolvió un absoluto y pavoroso silencio.

- Por todas las diosas! Que ha sido eso, pensaba que no acababa nunca!.- Rakio trataba de colocarse la capa al sitio original.- Qué hacéis? Separaos y dejadme salir de entre los culos de vuestros caballos!!

Los cinco se disolvieron lentamente, sus semblantes eran el vivo retrato del terror. A Russell y Crammel les temblaba la mano con la que sujetaban sus mandobles y sus miradas estaban como perdidas. Promoteo y Tristo seguían con la espada alzada como dispuestos a evadir un ataque que nunca llegaba y Bresol, ya había envainado su arma y estaba con la mirada  hacia el suelo, como si así pudiera agudizar su sentido auditivo.

- Salid y dad la cara, luchad!!! Luchad!! – Promoteo había perdido los estribos, no era la primera vez que le sucedía en la batalla. Dirigía sus amenazas hacia arriba como si desafiara a las mismas Diosas.

- Promoteo! Callad!- Parecía como si Bresol intentara escuchar algo.

Rakio por fin hubo recuperado la postura, su capa estaba bien colocada y Cauto ya se había sosegado.

De repente, el Señor de la Casa Escudo cayó en la cuenta, miró a sus cinco más leales  con incredulidad, hizo virar el corcel sobre sí mismo para así poder observar aquello que les rodeaba. Advirtió  árboles, arbustos, matorrales,…  pero no había nadie más, sólo estaban  ellos seis. Ni rastro de los caballos, ni de las carretas, ni los andantes… no había nadie, incluso el viento parecía haberlos abandonado.

El silencio se tornó espeluznante.

Bresol alzó la mirada hasta encontrarse con la de su Señor. Rakio miraba a su más leal con el desespero que un niño aguarda el inminente veredicto de su padre tras haber sido pillado perpetuando una travesura. Su  mirada era asustada y extrañamente sumisa.

Prometeo seguía girando sobre si mismo, como desconfiado de un hipotético ataque por la espalda, Russell y Crammel habían recuperado su pulso y estaban esperando órdenes con las espadas desenvainadas pero apoyadas sobre las grupas de sus monturas. Tristo se armó de valor y dijo a sus compañeros- Amigos, seguiremos solos! Al cuerno con los desertores!.

Bresol hizo girar a su negro corcel hacia su colega y murmuró- ¿Solos?.  ¿En serio piensas que estamos solos?- Suspiró profundamente, pareció como si al aire se le atrancara en el pecho, expiró forzadamente, y dijo- Señores, me temo que nuestros cálculos no han sido correctos. – Alzó su mano derecha como señalando a todo y a nada en concreto y añadió con solemnidad- Observad. El aire no se mueve, el Sol no brilla, los árboles parecen estar vigilándonos, nuestras pisadas no hacen ruido.

Todos le miraban perplejos, no comprendían…

Bresol añadió con fría naturalidad-  Nuestros acompañantes, en realidad no han desaparecido, los que hemos desaparecido SOMOS NOSOTROS.




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