soy sgroya


Apareceré repentinamente en la fría ruta de
los caminantes.
Soy quien te mereces que sea, soy la Dama de las Nieves, la Diosa del Volcán, soy el
pecado y la absolución, soy tu destino, soy tu venganza y tu rencor, soy la
feminidad. Soy… Sgroya!!!!


jueves, 10 de mayo de 2012

Cap.V - No Elegido

El fuego parecía proyectado por el mismísimo  Luzbel. Remontaba varias leguas por encima de los volcanes. Después caía simulando una  lluvia colérica y llameante. El color anaranjado de la pira resaltaba sobre el escenario negro que la oscuridad brindaba. Guia no había emergido, quizás, repelida por el abrasador espectáculo.

El río bermellón manaba volcán abajo a una velocidad apabullante, asolando con todo lo que se interponía a su paso.

Nada antes hizo presagiar lo que sobrevenía. El estallido se había iniciado repentinamente al caer el último rayo de sol. Un tenue temblor de suelo fue el primer y último aviso de que algo acontecía, apenas un instante después todo el paisaje se había tornado bermejo oscuro.

Ellas estaban inquietas, contemplaban el espectáculo desde sus torres de Guardia. Atónitas.  Hacía unos mil años que no presenciaban algo así. Recordaban perfectamente la última vez que los volcanes habían desatado su ira. Por infortunio también recordaban el motivo, y cual había sido el desenlace en aquel entonces.

Eran cinco, aunque originariamente habían sido once, las Once de Sgroya. Ahora eran las Cinco Damas de Sgroya. Aunque se las conocía como las Diosas de los Volcanes, en realidad no eran diosas sino Mangalas, una especie de sacerdotisas inmortales. Eran las cinco hijas de la Madre de todo, la única y auténtica diosa, Sgroya.

Su cometido, como Damas, consistía en velar por mantener el inestable y delicado equilibrio que existía entre las dos dimensiones. El Bimundo era el área donde coexistían el Primer y el Último Mundo. Se trataba de un lugar singular, donde las leyes de la naturaleza eran imprevisibles la mayoría del tiempo. En él emergían seres que no existían en ninguna de las dos dimensiones originarias. El tiempo no era del todo tiempo. El espacio no era del todo espacio.

Las Mangalas seguían presenciando lo que sucedía fuera. Eran hermosas, su belleza no podía compararse con la de ningún mortal. Cada una de ellas parecía esculpida sobre algún paraje natural. 

Oïdia tenía la piel del color de la arena  del desierto, su cuerpo parecía formado por sensuales dunas, sus ojos eran de color violeta atardecer. Como todas las demás, su generosa cabellera estaba formada por hilos de plata que adoptaban levemente el color del escenario ante el que se encontraba. Ahora, frente al resurgido Gran Volcán sus cabellos retenían destellos escarlata.

Empezaba a sentirse débil, sabía que ese era sólo el primer síntoma. Se estremecía sólo con pensar en la posibilidad de envejecer. Lo detestaba.



Se decía que cuando Sgroya creó a sus hijas, las dotó con tanta belleza como le fue posible. Cuando las hubo “esculpido” las destinó hacia el Lago de Áramar, donde las once Mangalas, pudieron contemplarse reflejadas sobre las cristalinas aguas de polvo de diamante. Allí mismo les comunicó que debían escoger, de entre todas sus características humanas cual deseaban modificar. Cuando percibieron lo bellas que eran, desearon que su madre les regalara el don de la belleza eterna, puesto que eran inmortales, querían permanecer siempre hermosas. Sgroya les anunció - Así sea mis hijas, seréis siempre bellas y cada vez más. Esa es la recompensa con la que yo, la Madre de todo, os agasajo a cambio de que cumpláis con Vuestro Sentido de Vida. Debéis custodiar el equilibrio entre estos nuestros mundos, para que puedan coexistir largo tiempo, como debe ser. De no satisfacer vuestro sino, prescindiréis de aquello que os ha sido concedido, vuestra belleza. Os debilitareis y envejeceréis rápidamente, así será hasta que logréis dar con el motivo que ha roto ese equilibrio y lo restablezcáis. No apuréis demasiado con vuestro deber, pues una vez traspasada la Línea del Don, no habrá marcha atrás, no podréis recuperar vuestro aspecto inicial. Si eso sucede volveréis conmigo a la Casa Húmeda y allí viviréis condenadas a veros reflejadas en el Lago de Áramar, en el que tan bellas os habíais visto.

Los Juglares del último Mundo y las Sabias del Primer Mundo, narraban  cómo la Diosa dedicó largo tiempo en instruir a sus Damas. Las canciones y cuentos describían como las adiestró en el arte de la guerra, en las magias blancas y también en las no tan blancas, como las convirtió en maestras de la seducción, como aprendieron a inmiscuirse en las vidas de los mortales sin que estos pudieran ni siquiera presentirlo.

La Dama Blanca se reunió con Oidïa en la torre de Guardia de esta. Se dirigió hacia el balcón donde su hermana seguía postrada con la mirada puesta en el Gran Volcán. Parecía inerte, no movía ni un solo músculo, sus facciones estaban congeladas, sus ojos se habían tornado gris niebla…

 - Hermana! – Se aproximó hasta quedarse tras Oïdia y permaneció allí de pie a la espera de cualquier reacción de la Dama de las Arenas, como se la conocía.

- Él está aquí. En el Bimundo. Ha atravesado el límite. Ha sido un error. Se cree en posesión de privilegios que nunca le han pertenecido. No se someterá. Jamás lo hará. Él interfiere en la armonía. Vendrá a por nosotras. – Sus ojos retomaron el precioso violeta. Se giró hacia Rakala que seguía allí de pie contemplando a su hermana con sus grandes y rasgados ojos teñidos de un exquisito verde esmeralda. Sobre su piel blanquecina parpadeaba tenuemente el reflejo del espectáculo centelleante que seguía ofreciendo el Gran Volcán. Su cabello tomó un precioso reflejo rojizo.

La Dama Blanca hubiera palidecido si eso hubiera sido posible para su albeante rostro. Atender a esas palabras era lo que menos le agradaba hacer. <<Otra vez. Otro mortal con aires de inmortalidad… >>.

- Originario del Último Mundo. – los ojos de la Dama de las Arenas volvían a ser de color  gris niebla. - Pronto comenzaran las hostilidades. El gentío lo reconocerá en una posición que no le corresponde por nacimiento. Pero no es el auténtico. El legítimo ha muerto… - Ahora Oïdia miraba a su hermana fijamente, como si la desafiara con sus palabras. – Esta vez no puedes fallar Rakala, tu error tuvo un coste desmesurado la última vez.- Se volvió otra vez hacia el furioso Volcán y continuó observándolo. Con tono seco y duro añadió - Seis hermanas es un precio demasiado alto…

Tras un tirante silencio, La Dama de las Arenas decretó.- Despacha un gorrión con destino al Castillo de la Protección, dirígelo directamente al Preferente. Escríbele que los Volcanes Helados han empezado a derretirse de nuevo.  Dile que precisamos disponer de cuántos mas  Guardias mejor. Que nombren apresuradamente a los scrynos. Anúnciale que tenemos visita. Adviértele que se dispongan para recibir a un nuevo No Elegido.




8 comentarios:

  1. Molt guai. Et vas millorant cada capitol!!!

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  2. Gràcies. Es fa el que es pot! :)

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  3. En serio? Esto es espectacular!

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  4. Intrigante a la vez que emotiva. Muy bien conceptuada. Engancha

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  5. Un saludo y estamos en contacto. Me intrigó bastante pero voy a empezar a leer desde su inicio para poder darte un mejor comentario. Este mensaje es a modo de saludo y presentación. Mi blog está abierto para lo que quieras compartir y ya te agrego a mi lista de blog favoritos para estar al tanto de tus novedades.

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  6. Luis! Muchas gracias por pasarte por aquí, a ver si lees desde el principio y me das una opinión, sería un placer la verdad. Yo me voy pasando por tu blog también, ya veras mis comentarios, me gusta participar en los blogs de los demas igual que me gusta que participen en el mío. Vamos hablando. Un saludo y gracias.

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Gracias por tu comentario!