soy sgroya


Apareceré repentinamente en la fría ruta de
los caminantes.
Soy quien te mereces que sea, soy la Dama de las Nieves, la Diosa del Volcán, soy el
pecado y la absolución, soy tu destino, soy tu venganza y tu rencor, soy la
feminidad. Soy… Sgroya!!!!


sábado, 2 de junio de 2012

Cap. VII- Vivas las cinco

Yara esperó con paciencia a que el cántaro se llenara, era la tercera vez que lo hacía durante ese deutenio..  El habitual frondoso chorro que manaba el manantial, se había transformado en un chico hilo de agua desde que se inició el gran estallido de los volcanes.

Dodoï Tuku, “flor de cactus” en el antiguo idioma de la tribu de las Yutukarus la seguía  de muy cerca.

- Otra vez aquí?- Yara habló sin desviar la mirada de su tarea. – Tu memei  debe estar extrañándote!

La pequeña Dodoï adoraba observar a la joven realizando sus  labores.  

Yara había sido acogida como aprendiz por la Casa Yokatao , una de las familias más influyentes de Ciudad Alegría, la capital del Primer Mundo.

Cargó el cántaro cuanto estuvo lleno sobre el hombro izquierdo y se dirigió hacia el tortuoso camino bordeado de cactus. Las flores de diversos colores que emergían de ellos contribuían a embellecer todavía más  el espinoso pasadizo.

Se cruzó con uno de los cuidadores del jardín. Se trataba del mismo muchacho con el que ya había coincidido en el mismo lugar ese mismo deutenio las dos veces anteriores. En esta ocasión Drokhoy, podaba las grandes y peligrosas espinas de los Cactus Magnillus, éstas podían llegar a adquirir las dimensiones equivalentes al brazo de una persona adulta. La observó con la cabeza gacha mientras ella desfilaba por la improvisada pasarela. Supuso que Yara no lo notaría. Pero ella si lo advirtió. No le importaba sentirse observada, llevaba ocho campañas en la ciudad y ya se había acostumbrado a la presencia de  varones a su alrededor.

La bellísima aprendiz provenía  de uno de los numerosos poblados de la tribu de las Yutukarus.  Su piel parecía cincelada sobre ébano. Llevaba la dorada cabellera recogida en una recia trenza  decorada con florecillas que parecían brotar del mismo cabello. Ojos enormes de color miel, pequeña nariz respingona y labios muy carnosos, eran los detalles que conformaban un rostro precioso y cargado de expresión. Tenía anchas caderas y grandes pechos. No caminaba, bailaba una dulce y sensual danza…  Su primer llanto había acontecido en el seno de un pequeño poblado situado al Sur del Primer Mundo. Se decía que las mujeres de la tribu Yutukarus fueron las primeras  pobladoras de todos los Mundos, pero no parecía existir documento gráfico o de cualquier otro tipo que lo legitimara.  En los poblados Yutukarus no convivía ni un solo hombre adulto. Las antiguas Yutukarus los habían exiliado hacía miles de campañas. Se organizaban en trityos que eran como una especie de guetos. Cada trityo tenía su memei, que era la miembro más mayor. Era habitual que en un tritio llegaran a coexistir  cuatro generaciones de mujeres.

Cuando las Yutukaru tenían edad para procrear, eran libradas como aprendices a las ciudades grandes, en ellas sí había hombres con los que aparearse.  En ocasiones pasaban varias campañas hasta que las muchachas Yutukarus, totalmente desacostumbradas a la figura varonil osaban amarse con algún sirviente, esclavo, u hombre libre.



Yara no deseaba hacerlo. Cuando imaginaba cuerpos cubiertos de pelo, manos oscas,  olores fuertes… le asaltaba una incómoda sensación de náuseas.

Cuando llegó al pie de la larga escalera que conducía a la puerta de los jardines de la residencia de los Yokatao se giró hacia Dodoï y con su hablar más dulce le dijo- Dodi, a partir de aquí seguiré sola, sabes que no debes entrar. Vuelve con tu memei, debe estar preocupada, llevas todo un deutenio tras de mí.

Yara ascendió por la rosada escalinata de mármol. Sabía que cuando volviera a salir Dodoï seguiría allí, el pensamiento le dibujó una tierna sonrisa en el rostro <<es tan tenaz y alegre… me recuerda a la Yara que fui >>.

Se dirigió directamente hacia la zona de baños.

El basalto, piedra procedente de las minas situadas al pie de los volcanes, confería a la zona de baños un predominante color  gris oscuro. Ese mineral era de  gran dureza, no se consumía con el uso de agua, los vapores ni  tampoco con la constante fricción de los cuerpos sobre él.

Yara se despojó de las sandalias de suela de paja prensada y hoja de cactus. Ejerciendo un suave movimiento con la mano derecha, aun con el cántaro en el hombro izquierdo, deshizo el nudo que sostenía su toga. La suave seda azul celeste, se deslizó por su femenina figura como si la quisiera acariciar por última vez antes de desprenderse de ella. Se adentró en la sala. El ambiente estaba completamente invadido por nubes de vapor y el exquisito aroma proveniente de  la mezcla de inciensos traídos desde las Islas Verdes.

El techo abovedado  de los baños consistía en una gran claraboya formada por un collage de vidrios de varios tamaños y opacidades que permitían filtrar haces de luz de diferentes intensidades hacia todas las direcciones posibles. El albor que provocaba la lluvia de luz, chocaba contra los cristales de las crocoitas que estaban estratégicamente situadas alrededor de la boca de los agujeros que eran las bañeras. Las crocoitas con su intenso color bermellón y sus rayas naranjas y amarillas, irradiaban destellos púrpura con ápices anaranjados. La  mezcla de minerales, vapor, luz y cristales inducía a la sensación de estar bañándote entre la lava del cráter de un volcán en erupción. Los baños eran de uso exclusivo para las mujeres, su lugar de descanso y en muchas ocasiones, también de placer. Alhajarlos emulando el escenario del lugar más sagrado, los Volcanes, se había puesto de moda en  las grandes ciudades del Primer Mundo.

Yara deslizó el cántaro del hombro con la ayuda de dos de sus compañeras, también desprovistas de ropajes.  Vertieron el agua lentamente sobre las lumbres, desencadenando así un estadillo de vapor en el ambiente.

- Yara, querida, ven a saludar a nuestra convidada…-  Rudil Yokatao, la Señoría de la familia Yokatao, se había levantado y brindaba su mano a Yara para ayudarla a sumergirse en la bañera central. Yara entró.

Una vez dentro Rudil le presentó a su acompañante- Hylma, esta es Yara, de quien tanto te he hablado… ,  Yara, esta es Hylma Rokuppai, Señoría de las Planicies del Este, nos honrará con su presencia durante algún tiempo, al menos hasta que la montaña deje de escupir fuego…

- Sea bienvenida Señoría Rokuppai, ha aumentado mucho el calor por sus tierras debido al destello del Gran Volcán?- Yara se aproximó a Hylma y le ofreció un rápido beso en los labios, saludo habitual en Ciudad Alegría.  Yara comenzaba a retirarse con la intención de volver a colocarse  junto a  Rudil cuando Hylma la agarró enérgicamente por la cintura, la atrajo tanto  hacia ella que sus pechos se rozaron. Como un susurro le cantó al oido – Tu belleza es aún mayor de lo que me habían contado.- La señora Rokuppai, besó a Yara en los labios buscando con su lengua la de la joven,  cuando la halló, inició una húmeda danza de estas. Yara aguantó lo suficiente para que su gesto no traspasara la línea de lo descortés. Después  separó su rostro lentamente, esbozó una sonrisa apática y se sentó junto a Rudil, su Señoría, a  la que sí le gustaba besar, la que la humedecía. Rud, su deseo, su amor prohibido, su amor secreto…

- Deberíamos salir de aquí o nuestra piel no retomará su aspecto terso en varios deutenios- Rudil se levantó y, auxiliada por dos de las muchachas salió de la bañera, Hylma la siguió. Yara se quedó un rato más disfrutando del relajante placer que los baños le procuraban…

Cargaba con una gran bandeja colmada de frutos de todo tipo. La posó cuidadosamente sobre  la mesilla de cristal rodeada por enormes cojines color marfil,  donde las Señorías se habían recostado. Rudil  hizo una seña a Yara con la mano para que se acomodara con ellas.

- Estábamos disertando sobre  lo inquietante de esta nueva y furibunda explosión de los volcanes...- Rud puso al día a Yara sobre su conversación para que la aprendiz pudiera participar en ella.- Además, está durando demasiado << cogió una ciruela negra y comenzó a mordisquearla>>.

- Las temperaturas aumentan vertiginosamente en las Planicies del Este. Nuestras mujeres mayores no soportan tanto calor y adolecen.- Añadió la invitada. Antes de proseguir se introdujo una uva rubia en la boca.- El agua comienza a escasear,  se evapora por el ardor derivado de los volcanes.- Escupió con delicadeza  las semillas sobre un pequeño plato situado sobre la mesa de cristal- En cuanto se vacíen completamente las lagunas, nada impedirá que el calor derrita hasta las piedras…

- A la próxima salida del Sol, tenemos diálogo con la Gran Rakay. Ella sabrá que hacer. Si tal como dicen las antiguas, está tutelada directamente por las Diosas de los Volcanes, éstas le revelarán como debemos actuar… -  Hylma no se creía sus propias palabras, aunque le hubiera agradado poder hacerlo.

- Señoría, mi Señoría!- Kiktia irrumpió en el salón. Venía muy sofocada.- Son cuatro o cinco, los han localizado deambulando por la zona del Cruce!- Le costaba respirar.- Cinco sí cinco, son hombres, sí…- más que hablar, balbuceaba.

- Cinco qué, Kiktia?- Rudil se había levantado y esperaba recibir de su mensajera alguna frase con sentido.

- Cinco hombres Señoría. Cinco desbocados, o como se denominan ellos mismos cinco caballeros.

- Cinco desbocados paseando por el Primer Mundo?- Hylma parecía escandalizada- Qúé ocurre? Porqué ahora, con la lluvia de fuego…  aparecen…- Su rostro reflejaba el desconcierto que le provocaba la situación.

- Está bien- Rudil se dirigió a Kiktia- Sólo existe una forma de conocer sus propósitos. Avisa a las rastreadoras, deben salir de caza inmediatamente. Cinco presas, las quiero vivas las cinco.


5 comentarios:

  1. Te leo desde el primero y te seguiré leyendo.
    Ánimo y, sobre todo, no pares.
    Saludos y felicidades.

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  2. Hola, este capítulo me encanto, muy bueno ..... gracias por compartir !!!

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